Cuando la falta de compresión de emociones puede aumentar el riesgo de suicidio.

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magínese que ve el rostro de una mujer con el ceño fruncido, la boca apretada y la mirada fija. Ahora imagínese que esa misma mujer se muestra sonriente, con las cejas arqueadas y el rostro ladeado. Podría fácilmente identificar que se trata, en el primer caso, de una persona enfada, mientras que en el segundo se habría convertido en alguien que se muestra contento. Sin embargo, este test de identificación de emociones, que parece una tarea sencilla a simple vista, podría convertirse en un factor de decisivo en el aislamiento de niños y adolescentes al no entender cómo socializar.

Esta prueba forma parte de la batería neuropsicológica que los investigadores del Grupo PRISMA de la Universidad de La Rioja han usado para llevar a cabo un estudio sobre la relación entre las funciones cognitivas y la conducta suicida en el que han participado más de 1.500 adolescentes de diferentes centros escolares de esta comunidad autónoma.

El estudio, uno de los primeros a nivel mundial en relacionar estos aspectos en población adolescente y que se ha publicado en la revista científica ‘Archives of Suicide Research’, ha conseguido identificar marcadores que podrían ayudar a prevenir las conductas suicidas, que ya se han convertido en la segunda causa de muerte en nuestro país dentro de este grupo de edad.

Las funciones cognitivas son los procesos mentales que nos permiten percibir, recordar, aprender, resolver problemas, planificar, decidir y otras tareas imprescindibles para interaccionar con nuestro entorno. Conforman nuestra capacidad de pensar e incluyen desde la memoria o el razonamiento hasta el lenguaje y las habilidades sociales.

Los adolescentes con riesgo alto de suicidio mostraron unas puntuaciones menores en pruebas de funcionamiento ejecutivo

«Los adolescentes con riesgo alto de suicidio mostraron unas puntuaciones menores en pruebas de funcionamiento ejecutivo como la cognición compleja, la memoria episódica y la cognición social«, explica el investigador Javier Ortuño Sierra, autor del artículo y profesor de la Universidad de La Rioja.

Los procesos cognitivos complejos nos permiten integrar la información que percibimos de nuestro entorno, mientras que la memoria episódica se relaciona con la capacidad de recordar acontecimientos y experiencias personales pasadas. Asimismo, la cognición social posibilita entender las emociones de los demás a través de las pistas que nos da su comportamiento social.


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