Sacrificios humanos

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(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

La respuesta es sí. En los pueblos andinos, como en la mayoría de las culturas antiguas, se practicó la costumbre de ofrecer sacrificios humanos a sus deidades.
Pero no es un fenómeno exclusivo de América, o de África o algún continente en particular sino que, por lo antedicho, puede presentarse en cualquier parte del mundo.
Al ser el don más preciado, la vida era el mayor y más valioso sacrificio. Así lo podemos ver, por ejemplo, en el libro del Génesis, cuando se nos cuenta cómo Dios le pidió a Abraham que le ofreciera en sacrificio a Isaac, su único hijo. El episodio es apenas una muestra de lo común que fue, en el pasado, ese tipo de ofrendas.
Lo que ocurrió en América es que quienes reportaron los sacrificios fueron los españoles y, claro, para los historiadores del pasado, los invasores tenían poca credibilidad porque lo que hacían era justificar su latrocinio. Quizá por eso, los reportes fueron minimizados y solo en los últimos años se admitió tanto la existencia de los sacrificios como la antropofagia que se descubrió en casos menos generalizados.
En abril de este año se reportó el hallazgo de un tumba colectiva de hasta 140 niños de entre cinco a 14 años que, según la investigación financiada por National Geographic, habrían sido sacrificados en las proximidades de la hoy playa de Huanchaco, Perú, durante la dominación Chimú, anterior a los incas.
Pero los incas tampoco superaron esas prácticas. Los múltiples reportes de sacrificios humanos dan cuenta de que esos rituales se extendieron incluso hasta la llegada de los españoles. Con una naturalidad pasmosa, el jesuita Pablo Joseph de Arriaga habla de ellos en su “Extirpación de la idolatría del Perú” cuando dice, por ejemplo que “en este mismo pueblo de Tauca adoraban a los duendes que ellos llaman Huaraclla, en unos alisos que estaban junto al pueblo, a donde se aparecían, y oían sus voces y a estos también dedicaban doncellas para ofrecer sacrificios”.
Ahí tenemos, entonces, una de las muchas explicaciones a la violencia que se reporta en algunas poblaciones rurales de Bolivia. Últimamente tuvimos desde linchamientos —en los que la criminalidad sacó partido— hasta la desaparición de un niño que se cree habría sido sacrificado a las deidades de los minerales.
Y es que, para pesar de los cultores de las ciencias exactas, la Historia, y ahora la Historiografía, son ciencias muy útiles porque ayudan a encontrar respuestas a fenómenos, hechos o circunstancias que no tienen explicación de otra forma.


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