Las cámaras de vigilancia, los teléfonos celulares del presunto asesino y de la víctima fueron claves para que la Policía resuelva el asesinato de Wilma Fernández, el vigésimotercer feminicidio que se cometió en Bolivia desde enero.
De acuerdo con la investigación policial, las pistas conducían a William V. como principal sospechoso pues en su teléfono encontraron mensajes con amenazas dirigidas a la víctima, por eso fue aprehendido, cautelado y detenido en el penal de San Pedro.
Pero luego, el número de teléfono que tenía la víctima perteneciente a una de las tres empresas de servicio telefónico, recondujo las investigaciones, porque la Policía estableció, gracias a la denominada “triangulación de llamadas”, que la joven había realizado contactos desde la zona Sur de la ciudad de La Paz. Incluso apuntaron el lugar desde dónde salieron siete comunicaciones, entre las 16:46 y las 23:45 del 22 de marzo, fecha de la desaparición de Wilma.
Según la Policía, desde esa ubicación hubo llamadas, uso de mensajes de texto y tráfico de datos que provenían del mismo lugar, un condominio en el barrio de Achumani. Teniendo esas pistas procedieron a la revisión de las cámaras de seguridad.
De ese modo se logró la recolección de al menos una veintena de videos que identificaron a la víctima en barrios populares de la ciudad de La Paz. Pero la Policía ya tenía pistas del lugar y empezó la revisión de las cámaras de seguridad de la zona Sur. Tomando en cuenta el lugar de donde provenía la señal telefónica y el tráfico de datos del teléfono de la víctima se concentraron en las cámaras cercanas, 800 metros alrededor, indicaron.
Así detectaron el vehículo y se sorprendieron al ver, en uno de los videos, a Wilma Fernández en el interior de la vagoneta, color guindo marca Volkswagen con placa 5651-NDA. Acudieron al RUAT para saber quién era el dueño y está registrada a nombre de la madre del acusado, Ana M.C. quien dijo a la Policía que solo tenía dos domicilios, uno en la zona de Miraflores y otro en la avenida Arce. Ella desconocía que su hijo había adquirido un departamento en la urbanización de la zona Sur.
De ese modo se conoció que el conductor del vehículo era, Jashiro Oliver Hayakawa Condarco, el departamento estaba a su nombre. Revisaron las cámaras del lugar y descubrieron la llegada de la vagoneta, luego la salida con la bolsa azul y procedieron al allanamiento.
En la habitación del acusado encontraron todas las pruebas que necesitaban, pero no había el cuerpo. Entonces requirieron informes de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) para saber cuándo y dónde cargó gasolina el vehículo y el informe fue certero. Fue en un surtidor de la zona de Chuquiaguillo, que es la salida hacia Los Yungas.
Finalmente, el delincuente utilizó el teléfono de la víctima en el lugar donde arrojó el cuerpo y nuevamente la triangulación de llamadas aproximó la búsqueda. Atrapado y sin escapatoria, el acusado confesó el lugar exacto donde estaba el cuerpo. Así, los teléfonos y las cámaras fueron claves para dar con el asesino y con el cuerpo de Wilma Fernández.
FUENTE : EL DEBER
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