Viruela símica: un virus con estigma y exceso de alarma

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A Andrew Beckett, el abogado interpretado por Tom Hanks en la icónica película Philadelphia, de 1993, lo despidieron cuando contrajo VIH, una enfermedad “de homosexuales y drogadictos”, según marcaban esos tiempos de tabú. Parece algo del pasado pero, ¿por qué importa ahora?

Es sencillo: aunque han transcurrido unos 40 años desde que el virus del sida estalló en el mundo, aún permanece la estigmatización reflejada en el filme estadounidense. Como si la vida real hubiera adaptado ese viejo guion, Carlos Marina perdió su trabajo en la Comisión Especial de Protección a la Infancia del Congreso del Perú. Según la denuncia, que él mismo hizo pública, lo despidieron porque tenía viruela del mono.

Para entender su caso, los antecedentes importan: el 6 de julio presentó los primeros síntomas, dos días después lo llevaron en ambulancia a una clínica “por descompensación, taquicardia y riesgo de paro cardiaco”, el 10 de julio dio positivo a ‘monkeypox’. Luego de sus 21 días de aislamiento, y ya repuesto, acudió a su fuente laboral. Sin embargo, le informaron que ya no trabajaba ahí.

En algunos relatos que Marina hizo a los medios de comunicación, indicó que se sintió discriminado por su diagnóstico positivo y tuvo que salir a la luz pública para defender sus derechos vulnerados. El sindicato de trabajadores del Congreso se había enterado de su caso y lo difundió a los medios sin su consentimiento. “Fue muy impactante y doloroso para mí. Todos los medios estaban tratando el tema. Mencionaban mi oficina, mi ubicación. Inclusive me mostraron videos de que estaban fumigando mi escritorio”, dice en una declaración recuperada en Salud con lupa.

Entender a qué nos enfrentamos

La viruela símica, viruela del mono o ‘monkeypox’ apareció por primera vez en África en 1970 y permaneció solo en esas zonas endémicas hasta que, en mayo de este año, varios países donde no existía detectaron casos.

Con las secuelas de la covid-19 aún latentes, la rápida expansión de los casos de viruela símica creó una nueva incertidumbre en la población. Y aún más desde que el 23 de julio la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró “emergencia de salud pública de importancia internacional (ESPII)”.

Este virus tiene aspectos muy importantes que la diferencian de la covid-19 respecto a la transmisión. Según las autoridades sanitarias se contagia principalmente por contacto directo o indirecto con sangre, fluidos corporales, lesiones de la piel o las mucosas de animales infectados. En un segundo nivel se transmite de persona a persona por contacto estrecho con secreciones infectadas de las vías respiratorias o lesiones cutáneas de una persona infectada, o con objetos contaminados recientemente con los fluidos del paciente o materiales de la lesión. También hay sustento científico en cuanto a que una mujer embarazada puede transmitir el virus a su feto a través de la placenta. Respecto al contacto íntimo, los investigadores aún analizan si el virus puede propagarse por el semen, los fluidos vaginales, la orina o las heces y si las personas pueden ser contagiosas antes de desarrollar síntomas visibles.

Todo esto indica que cualquier persona puede contraer o propagar la viruela símica. Sin embargo, un grupo ha sido señalado como más vulnerable o de mayor riesgo: los hombres homosexuales y bisexuales. Y no por cualquiera. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, desató la polémica en su conferencia de prensa: “Para los hombres que tienen sexo con otros hombres, por el momento, (…)  reducir la cantidad de parejas sexuales, reconsiderar el sexo con nuevas parejas e intercambiar información de contacto con cualquier nueva pareja para permitir el seguimiento si es necesario”, dijo en Ginebra.

Como era de esperar, la comunidad LGBTI no recibió bien esas declaraciones. Ellos han denunciado un incremento de actitudes homofóbicas, como en los comienzos de la epidemia del VIH. “Más allá de contribuir al estigma, la discriminación y la exclusión, es un mensaje errado desde la mirada de la salud pública porque se le está diciendo al resto de la población que de esto no se preocupe, porque si no sos homosexual, no te va a tocar, y no es así”, dice Esteban Paulón, director de Políticas Públicas LGBT+ de Argentina y presidente de la Red Gay Latino. 

Informar todo, pero informar bien

Según la Organización Panamericana de Salud (OPS), América Latina registra el 14% del total de casos en el mundo de viruela símica, con presencia en unos 14 países de la región. Brasil, México y Perú concentran el mayor número de pacientes confirmados.

Como en los comienzos de la pandemia de la covid-19, la reacción popular ha sido de rechazo a los pacientes, solo que en este caso, la connotación sexual ha agudizado el problema. “Hay una hipersensibilización de la información que puede producir pánico, miedo, estrés y ansiedad, pero se deben aprender las lecciones del Covid y también del sida. Hay que saber reportar la información en todos los aspectos. Por ejemplo, en la proporción, porque no es lo mismo 100 casos en Haití que en Brasil. La viruela símica no tiene la letalidad ni la capacidad de transmisibilidad alta del covid”, explica Rodrigo Arce, magister en Salud Pública, Epidemiología y Bioestadística, que reside en Nueva York.

El problema, una vez más, es que algunos están abriendo ventanas a una información incompleta, distorsionada o manipulada que se expande incluso más rápido que la epidemia. Y las redes sociales sirven de espacio ideal para difundir discursos alarmistas y homofóbicos.

En los últimos meses, usuarios de internet han masificado videos y fotos de pasajeros en los metros con algunas señales su piel, a quienes señalan como portadores del virus. En uno de los casos más virales, ocurrido en Madrid, un médico cirujano identificado en Twitter como Arturo M. Henriques difundió un hilo para explicar en detalle la situación de un pasajero que mostraba visiblemente unas manchas que podrían considerarse las típicas del ‘monkeypox’ y con quien incluso, habría sostenido una conversación. Sin embargo, el protagonista de las imágenes, que en realidad padece neurofibromatosis, salió luego a desmentir el relato del médico: “No tengo viruela del mono ni hablé en ningún momento con él”.

Eso plantea un gran reto informativo. Para Fabiola Torres, periodista y directora del portal especializado Salud con lupa, “muchas personas están juzgando el comportamiento o la vida sexual de otras y eso está generando perjuicios. Pero tampoco se trata de omitir información creyendo que al no referirnos a un grupo de la población infectado con datos claros vamos a dejar de estigmatizar, debemos informar con equilibrio”, asegura. En este camino nada sencillo, Torres señala el peligro de que la gente crea que esta enfermedad solo le da a un grupo, porque eso puede generar un descuido y volverla vulnerable.

Lo cual implica algo aún más siniestro: que los pacientes dejen de asistir a los centros de salud por miedo a los señalamientos. Si bien se están incrementando las campañas dirigidas a grupos específicos de la población, ese desafío permanece.

Vacunas y estrategias

Los humanos estamos cada vez más en contacto con virus provenientes de animales silvestres y por lo tanto expuestos a más enfermedades. Pero también el desarrollo de la ciencia muestra que estamos más preparados.

Para la viruela símica, algunos países ya están ofreciendo vacunas dirigidas a grupos específicos como personas que han estado expuestas al virus, en contacto con algún caso positivo o al personal sanitario como estrategia de prevención.

En un reciente comunicado, el laboratorio danés Bavarian Nordic, que produce la única vacuna autorizada contra la viruela símica, anunció que comenzará la distribución para los países de América Latina y el Caribe, desde septiembre. Para la región, la OPS realizó una gestión de 100.000 dosis.

Sin embargo, “no hay ninguna expectativa de que se llegue una vacunación global y por eso no hay una necesidad urgente de vacunación, porque la cantidad de los casos no amerita que se estén haciendo compras de millones de vacunas, aunque sí es recomendable que los gobiernos puedan empezar con un proceso de adquisición para impulsar campañas más adelante”, dice el epidemiólogo Rodrigo Arce.

El experto también explica que a nivel de tratamientos, por ahora están manejando un soporte de antibióticos para tratar las heridas, mientras atienden los demás problemas de malestar generalizado con analgésicos desinflamatorios ya disponibles en la región.

Respecto a este punto, Esteban Paulón reclama que “pareciera que hay pandemias de primera y de segunda” pues los mecanismos y alertas activadas por los gobiernos son aún muy tímidas y no hay acceso equitativo a los medicamentos ni vacunas en todos los países. “Como lo que pasó con el VIH, quedó en el imaginario como una infección concentrada en la población gay, trans, de personas privadas de libertad y usuarios de drogas. Es una linda causa para ponerse una remera el primero de diciembre (día en que se conmemora la lucha contra el Sida), pero la verdad es que cuando vemos lo que avanzó la ciencia en un año teniendo vacunas y con dinero para la investigación y cura, eso no lo vemos con la viruela del mono porque el sentido común indica que esos son problemas de pequeños grupos y ahí quedan encapsulados”, dice Paulón.

Carlos Marina no pretende volver a su trabajo en el Congreso, pero sí pide justicia por un “despido arbitrario”. Ahora lucha por la visibilización, que puede evitar más situaciones como esta. Es preciso abordar la enfermedad sin estigmas y entenderla en la dimensión real de la salud pública, para que las etiquetas no sean más importantes que las personas y los daños irremediables.

FUENTE : EL PAIS


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