El caso de la joven que fue hallada sin vida en la banquina de la ruta provincial 26, en las primeras horas del martes, tomó ayer un giro diametralmente opuesto al que tenía perfilado en un primer momento: si bien al principio se habló de un supuesto femicidio, ahora el crimen tiene tintes de la mafia del narcotráfico.
La difícil identificación de la mujer de 32 años se simplificó cuando en la morgue de la Ciudad Judicial una mujer, que se hizo llamar Jery, se presentó como la hermana de la víctima. Ella reconoció el cuerpo por sus tatuajes y luego dio detalles sobre la identidad. En tanto, la fiscal penal de la Unidad de Femicidios, Mónica Poma, se mantuvo en silencio.
La mujer aseguró que su hermana era de nacionalidad boliviana y que se llamaba Yolanda Laidy Sánchez Orozco, de 32 años, quien había estado en la ciudad de Yacuiba días pasados y había ingresado a la Argentina con un documento falso o simulando ser la persona que figuraba en ese carné.
Jery dijo que su hermana es madre de tres hijos pequeños, que había cumplido una condena de 4 años, aparentemente por causas relacionadas al narcotráfico y que en el penal había contraído nupcias con una interna que sigue purgando allí su condena.
Pero, además, cargó culpas contra una mujer, quien se comunicó con su familia para anoticiarlos de que Yolanda Sánchez había fallecido y que habían descartado su cuerpo.
La acusación tiene ribetes crueles, brutales y muestra el verdadero rostro de las mafias que utilizan a las mujeres para estos trabajos de vida o muerte sin importarles para nada la persona utilizada, llamada en la jerga “mula”. Esto es tan así que se señaló -no de forma oficial- que la chica tenía cápsulas de cocaína en el estomago. Además, en un primer momento, se habló que el cuerpo tenía signos de violencia, al tiempo que estaba desnudo de la cintura para abajo.
Abajo, desnuda
La mujer hallada en la ruta provincial 26 estaba sin las prendas de vestir de la cintura para abajo.
Vecinos de la zona lo confirmaron ayer a El Tribuno, pero también trascendió que presentaba signos de violencia física.
Fuentes periodísticas no confirmadas por el Ministerio Público aseguran que la mujer tenía en su vientre 70 o más cápsulas de clorhidrato de cocaína.
Trascendió que algunas de ellas se habían deteriorado por la acción de los ácidos estomacales y eso podría haber provocado la muerte en poco minutos por sobredosis. Aún así, no está clara la verdadera causal de la muerte y la fiscal solicitó pericias más exactas, es decir, rigor científico.
El caso, único en los anales de la capital por su brutalidad inhumana, no está aún esclarecido.
FUENTE: EL TRIBUNO
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