La guerra en Ucrania es el conflicto internacional más peligroso desde la crisis de los misiles cubanos de 1962. Comprender sus causas fundamentales es esencial si queremos evitar que empeore y, en cambio, encontrar una manera de ponerle fin. Este artículo aborda el inicio del conflicto que pudiese servir para iluminar el fin de la guerra
No hay duda que Vladimir Putin escogió la guerra y la inició. Además, es responsable de las atrocidades que se están llevando a cabo contra la población civil. Pero por qué lo hizo es otro asunto. La opinión dominante en Occidente es que él es un agresor irracional y fuera de contacto empeñado en crear una Rusia más grande en el molde de la antigua Unión Soviética. En ese sentido, expresa nostalgia de ese pasado y resentimiento con el mundo prácticamente unipolar a partir de la finalización de la Guerra Fría. Por lo tanto, solo él tiene toda la responsabilidad por la crisis de Ucrania. En buena cuenta esto es así.
La otra cara de la moneda es que la OTAN provocó la invasión a Ucrania y existen serios argumentos que apoyarían este razonamiento que se resume en los próximos párrafos y cuya fuente es el National Security Archive. (Estos documentos fueron desclasificados para la conferencia anual de la Asociación de Estudios Eslavos, de Europa del Este y de Eurasia en Chicago bajo el título “¿Quién prometió qué a quién sobre la expansión de la OTAN?”).
Las primeras garantías concretas de los líderes occidentales sobre la expansión de la OTAN comenzaron el 31 de enero de 1990 por el entonces ministro de RREE de Alemania Occidental: “… los cambios en Europa del Este y el proceso de unificación alemán no deben conducir a un ‘perjuicio de los intereses de seguridad soviéticos’. Por lo tanto, la OTAN debería descartar una ‘expansión de su territorio hacia el este, es decir, acercándolo a las fronteras soviéticas’”. El 9 de febrero de 1990, el secretario de Estado de EEUU, en su reunión con el líder soviético Mijail Gorbachov, acuñó una frase: “ni una pulgada hacia el Este”. Y así se sucedieron declaraciones semejantes: el canciller británico, en abril de 1990; nuevamente el secretario de Estado Baker en mayo de 1990; la “Dama de Hierro” en Londres en junio de 1990; el primer ministro británico Major en marzo de 1991, entre otros. Así, Gorbachov llegó hasta el final de la URSS con la seguridad de que Occidente no amenazaba su seguridad y no ampliaba la OTAN.
El problema con Ucrania en realidad comenzó en la cumbre de Bucarest de la OTAN en abril de 2008, cuando la administración de George W. Bush presionó a la alianza para que anunciara que Ucrania y Georgia “serán miembros”. Los líderes rusos respondieron de inmediato con indignación, considerando esta decisión como una amenaza existencial para Rusia y prometiendo frustrarla. Según un respetado periodista ruso, Putin “se enfureció” y advirtió que “si Ucrania se une a la OTAN, lo hará sin Crimea y las regiones del este. Simplemente se derrumbará”. Sin embargo, EEUU ignoró la línea roja de Moscú y siguió adelante para convertir a Ucrania en un baluarte occidental en la frontera con Rusia. Esa estrategia incluía otros dos elementos: acercar a Ucrania a la UE y convertirla en una democracia pro-estadounidense. El secretario de defensa de Estados Unidos en el momento de la cumbre de Bucarest, Robert Gates, reconoció que “tratar de incorporar a Georgia y Ucrania a la OTAN fue una verdadera extralimitación”.
De hecho, en esa cumbre, tanto la canciller alemana, Angela Merkel, como el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se opusieron a avanzar en la membresía de Ucrania en la OTAN porque temían que enfureciera a Rusia.
La afirmación de Putin sobre “Crimea y las regiones del este” se cristalizó en febrero de 2014, luego de que un levantamiento (apoyado por EEUU) provocó que el presidente pro ruso de Ucrania, Viktor Yanukovych, abandonara el país. En respuesta, Rusia tomó Crimea de Ucrania y ayudó a alimentar una guerra civil que estalló en la región de Donbas en el este de Ucrania.
En diciembre de 2017, EEUU decidió vender “armas defensivas” a Kiev. Otros países de la OTAN participaron enviando armas a Ucrania, entrenaron a sus fuerzas armadas y se le permitió participar en ejercicios aéreos y navales conjuntos. Los vínculos entre Ucrania y EEUU continuaron creciendo bajo la administración de Biden.
Como era de esperar, Moscú encontró intolerable esta situación en evolución y comenzó a movilizar su ejército en la frontera con Ucrania la primavera pasada, como señal de respuesta y determinación a Washington. Pero no tuvo efecto, ya que la administración Biden siguió acercándose a Ucrania, lo que desencadenó un enfrentamiento diplomático en diciembre.
Como dijo Sergey Lavrov, ministro de RREE de Rusia: “Llegamos a nuestro punto de ebullición”. Rusia exigió una garantía por escrito de que Ucrania nunca se convertiría en parte de la OTAN y que la alianza retiraría los activos militares que había desplegado en Europa del Este desde 1997. Las negociaciones posteriores fracasaron. Para Putin, lo que sucede en Ucrania se trataría de una respuesta a la creciente amenaza a Rusia, además de su anhelo de engrandecer el imperio ruso.
Parecería que una posible solución pasaría por: 1) firmar un acuerdo que declare que Ucrania no será miembro de la OTAN, pero podría serlo de la Unión Europea; 2) la anexión permanente de Crimea y las regiones de Donbas y Lugansk a Rusia; 3) el compromiso que Rusia no invada a Ucrania ni ningún país de la UE o la OTAN, y que la OTAN haga lo mismo; 4) el retiro de tropas inmediatas de parte de Rusia; y 5) el levantamiento inmediato de todas las sanciones económicas a Rusia. Se podrá argumentar que Ucrania es soberana para decidir su destino. Sí, pero, lamentablemente, podría no ser consistente con el contexto histórico y geopolítico.
Está claro que Putin ha juzgado mal las capacidades militares de Rusia, la efectividad de la resistencia ucraniana y el alcance y la velocidad de la respuesta occidental. Si Occidente no solo frustra a Moscú en los campos de batalla de Ucrania, sino que también causa un daño grave y duradero a la economía de Rusia, en realidad está empujando al límite a una gran potencia. Putin podría entonces recurrir a las armas nucleares porque hay, o ha habido, una amenaza existencial de Rusia, y porque Putin y todo el círculo de poder político ruso no puede irse a su casa sin algún tipo de victoria. Seamos realistas.
FUENTE : PAGINA SIETE
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