Johnny Serrudo: “Me contagié de Covid-19, pero valió la pena el sacrificio”

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Cosas de la vida. Hasta antes de que se decretara en el país la cuarentena por la pandemia, Johnny Serrudo Gutiérrez fue empleado de varias funerarias de la capital cruceña. Conoce muy bien el oficio porque trabaja en este sector desde los 12 años. La crisis sanitaria que ha causado desgracias y mucha tristeza en las familias bolivianas fue apabullante para este obrero cruceño, de 43 años, que aunque está acostumbrado a convivir en ambientes dramáticos ha tenido que afrontar una etapa de hasta más de 12 horas de trabajo, que lo llevó incluso a contagiarse por el Covid-19. Sin embargo, su  sacrificio tuvo recompensa porque en un par de meses logró un acariciado anhelo: tener su propio negocio.

 Johnny vive en el barrio 7 de Julio del Plan Tres Mil. Ahí se estableció cuando a los 17 años decidió casarse con Aida Aguilera, con quien engendró seis hijos: Selena, Rodrigo, Juliana, Anderson, Karen y Katherine.

Tener una familia grande ha sido complicado para este compatriota, que desde temprana edad y ante la necesidad tuvo que aprender a  fabricar y barnizar ataúdes. Quemó etapas, como en toda actividad, que le sirvieron para trabajar en las funerarias más importantes de la ciudad porque, además, aprendió a preparar el proceso que debe cumplir la familia doliente para darle una cristiana sepultura al fallecido.
Vive entre ataúdes, velatorios y entierros. Para él es un trabajo más, pese a que confiesa que en un principio sentía temor. El tiempo y la rutina después lo hicieron perder el miedo, ya que hasta debió dormir al lado de las cajas mortuorias para cumplir con los turnos programados.

“Cada cajón tiene su dueño. Aunque parece una broma la frase, pero en la funeraria lo sabemos”, dice Johnny, que tras el inicio de la cuarentena trabajó en la funeraria de una señora amiga, que lo llamó dada la gran demanda que se dio, entre marzo y abril,  cuando atendían hasta ocho casos por día.

“Fue agotador. Terminaba con dolor de espalda y volvía a casa muy cansado”, dijo Johnny, que a fines de mayo enfermó de Covid-19 y permaneció dos semanas en cama.

Tras superar este duro trance tomó una decisión. Había mucho trabajo y como conocedor del oficio era la oportunidad de independizarse y tener su propia empresa.

Así fue que alquiló una vagoneta para el traslado de las cajas mortuorias a las capillas para los velatorios y en su casa instaló una pequeña carpintería para fabricar los ataúdes. Le fue bien porque promocionó paquetes con precios económicos (Bs 1.500) y costosos (Bs 4.500) que tuvieron buena respuesta de  los clientes.

De esa manera Johnny Serrudo Gutiérrez logró lo que no pudo en años. Abrió en su domicilio la funeraria Maranatha, palabra bíblica, muy utilizada por los cristianos y que significa “el Señor viene”.

“Podría decir que la cuarentena ha sido una bendición para mi familia, aunque uno lamenta que la pandemia se haya llevado a muchas personas. Dios me dio mucho trabajo y conseguí que mi sueño se haga realidad”, sostuvo.


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