La introducción del maíz transgénico hará que se pierda la diversidad de granos que existen en Bolivia, su valor nutritivo, la tradición y cultura asociadas al cultivo de las especies nativas, se agravarán los males provocados por el herbicida glifosato y, especialmente Tarija, se verá afectada en su gastronomía. Los productores temen una competencia económica desleal.
El Decreto Supremo 4232 emitido el 7 de mayo establece que “de manera excepcional se autoriza al Comité Nacional de Bioseguridad establecer procedimientos abreviados para la evaluación del maíz, caña de azúcar, algodón, trigo y soya, genéticamente modificados en sus diferentes eventos, destinados al abastecimiento del consumo interno y comercialización externa”.
Ancestrales
Al respeto, el doctor en Sistemas de Producción de Agricultura y Desarrollo Sostenible, de la Universidad de Costa Rica y Iowa State University, Luis Acosta Arce, sostuvo que en el país se cultivan en los valles interandino y central más de 30 variedades nativas ancestrales que pueden ser afectados por un transgénico, que es un organismo genéticamente mejorado.
Detalló que el este producto fue intervenido con principalmente tres eventos, el Bacilus Turigentis (BT) que es una bacteria que controla los gusanos que se comen los tallo; la encima Roundup Ready (RR) que evita le afecten los herbicidas, entre ellos el glifosato y solo la véndela empresa Monsanto y micotoxinas que apuntan a combatir los hongos.
Para Acosta el principal peligro es que el maíz, a ser una planta alógama, es susceptible de cruzar con otras plantas de su especie y si las especies criollas lo hacen con las transgénicas, las variedades que son cuidadas correrían el riesgo de perder sus virtudes nutritivas particulares de cada una de ellas y se terminaría con un solo tipo de maíz.
Por su parte, el cocinero, escritor y experto en culinaria, Pedro Guereca, explicó que existen variedades que se adecuaron al clima de cada región donde se las produce y que son consumidas por la población, pero también existen aquellas que no se utilizan pero que también deben ser conservadas porque son un patrimonio genético. Por ejemplo si las comestibles son afectadas por una enfermedad se tienen estas otras con las cuales se puede restituirlas.
Gran parte de la alimentación de Tarija y Tupiza se basa en el maíz, detalló, eso es observable en sus platos típicos como el tamal, las chirriadas, el pan de maíz, sin embargo se consume de alguna manera productos transgénicos que le son importados de Argentina a través de productos elaborados como la harina, fideos, conservas, algunos arroces, que tienen un alto contenido de glifosato porque en ese país el uso de este herbicida es alto, por ejemplo en provincias como Entre Ríos.
“Se está descubriendo que muchos que padecen intolerancia al gluten en realidad son intolerantes al glifosato, porque se está consumiendo harina transgénica, en este sentido, un modo de disminuir el consumo de ese químico es utilizar productos nativos, en ese caso maíces cultivados en nuestras regiones”, recomendó.
El maíz nativo, no tiene glifosato, este herbicida es peligroso al ser es utilizado en los cultivos transgénicos. Además, las variedades manipuladas genéticamente atentan contra la diversidad, a las empresas no les conviene que haya muchos especímenes porque quieren que se dependa de aquellos que ellos generan.
“Tarija afortunadamente todavía tiene una producción agrícola tradicional pero, ¿qué pasaría si el maíz se vuelve transgénico? Perderíamos los tradicionales tamales, cambiaría la variedad y por lo tanto el sabor característico, el maíz tarijeño es más dulce, si se utilizara el transgénico también nos quitaría el sabor, nuestra herencia gastronómica”, explicó.
Por otra parte, el pequeño productor solo dependería de una semilla, la que vende Bayer Monsanto, los campesinos que tradicionalmente producen las suyas y de esta manera conservan la especie, cada año tendrían que comprarlas, “entonces los impactos son a nivel social, económico, en la salud y gastronómico”, subrayó.
A su turno, el productor chaqueño de maíz, Miguel Vargas, protestó porque el uso de transgénicos será rotundamente nocivo para la canasta familiar, porque son un atentado a la vida porque afectan el organismo y agravará la crítica situación que ya se vive con la pandemia del Covid – 19.
En el aspecto económico sostuvo que provocará mucha competencia, las grandes empresas les venderán las semillas a altos precios, lo que afectará a los pequeños productores, y se verán reducidos frente a alimentos generados en gran escala y con grandes inversiones.
ElPaís.
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