Ser mujer y drogodependiente representa un doble estigma, así comienza relatando, Martina (nombre ficticio), quien siempre obtuvo las mejores calificaciones desde el colegio, el caer en esto fue muy deprimente. Como siempre se ha dicho “todo comenzó por curiosidad” o por “un juego” pero un día éste se salió de control y entonces no hubo momento de felicidad en su vida. Ahora puede contarlo puesto que ayuda a las personas que cayeron en ese mal.
Según información oficial del Instituto de Prevención, Tratamiento, Rehabilitación e Investigación de Drogodependencias y Salud Mental (Intraid), en Tarija el aumento de la drogodependencia en mujeres es un hecho y un nuevo problema social a resolver, pero es aún peor si se suma a un cuadro depresivo. Hasta este momento el número de casos de mujeres ha igualado al de los hombres y esto ya es una gran alerta.
Martina, adicta a la marihuana y al alcohol, inventaba cualquier excusa para faltar al trabajo, llegaba en estado inconveniente y el sentido de la responsabilidad ya no existía en su cabeza. “Al principio creí tener todo bajo control pero poco a poco esa fuerza se fue apoderando de mí y noté que me dominaba”, ha contado, mientras sus ojos se llenan de lágrimas, al recordar lo complicado que fue su vida.
Añade “siempre dije que podía equilibrar todo en mi vida, la diversión y el trabajo; pues mi sentido de responsabilidad era muy grande y siempre me ponía el límite”; sin embargo, mencionó que el día en que se dio cuenta que su sentido de responsabilidad había sido completamente dominado, entró en una profunda depresión.
Cuenta que una vez se vio apoyada en su escritorio bajo los efectos de la marihuana y el alcohol, sin siquiera poder trabajar. Más de diez veces llegó tarde a su trabajo, cinco noches no llegó a dormir a su casa y fueron más de veinte las veces que no participó de ningún evento familiar.
Todo esto pesó mucho para una joven que alguna vez fue muy responsable. Muestra de esto es el registro de todos los errores descritos en un pequeño cuaderno de apuntes.
Sin duda, Lucía se enfrentó a varios problemas, sobre todo en una sociedad, en la que las drogas y el alcohol están más relacionadas a los hombres.
Una mujer drogodependiente, en nuestra región y en muchas otras, no podría ser una buena esposa y menos “digna” de educar a un hijo y de inculcarle valores.
Sin embargo, y a pesar de esta censura; en Tarija “la drogodependencia aumenta con rostro de mujer”; pues el índice de mujeres drogodependientes aumentó en los últimos años.
Mencionó que ella si sabe lo que es tocar fondo y volver para contarlo. O para mostrarlo. La mujer, oriunda de Sucre, fue durante años una adicta severa a las drogas.
Pero hace un año y medio logró salir del infierno y está limpia desde entonces. Además de dedicarse a la escritura y la poesía, se ocupa de ayudar a otros adictos en su recuperación.
“Las drogas pueden llevarnos a una depresión, de la misma manera que una depresión puede conducirnos a la drogadicción. Se trata de las dos caras de una misma moneda donde la depresión y las drogas van de la mano sin saber exactamente cuál de ellas es la causa y cuál la consecuencia”, ha mencionado.
Asimismo, ha explicado que en cualquier caso, cuando hablamos de una depresión por drogas o de una drogadicción por depresión, se habla de una enfermedad doble que hay que tratar a dos bandas. Porque los tratamientos para la depresión no curan la drogadicción y viceversa.
A los 28 años comenzó terapia por problemas en la relación con un enamorado. Durante las sesiones, le contó a su psicóloga de su adicción. “Me dijo: ‘Yo no voy a decir nada por el secreto profesional, pero si me pregunta tu mamá se lo voy a decir, porque eres menor’.
Después de más de tres años de haber convivido diariamente con la droga, y tras la imposición de su madre, tuvo que ingresar en un tratamiento para salir de su adicción.
Martina recuerda que al principio no quería ir; sin embargo, empezó el tratamiento y fue teniendo un sueño, un pensamiento en lo que sería su futuro y así poco a poco fue saliendo de ese mal.
LavozdeTarija.
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