Richard Sandóval, una muerte que pudo evitarse.

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El lunes 30 de marzo, mientras las autoridades demoraban el parte oficial, el país despertó  consternado ante un rumor que pronto fue confirmado: Richard Sandóval, alto ejecutivo de una de las principales empresas de telecomunicaciones de Bolivia (AXS), había muerto por coronavirus a los 50 años y sin tener una enfermedad de base.

La noticia nos puso de golpe frente a la cruda realidad de las condiciones con que enfrentamos este virus. La debilidad institucional, la precariedad de nuestro sistema de salud y la falta de planificación, coordinación y seguimiento a los pacientes, tanto o más letales que la propia enfermedad.

Richard llegó el 16 de marzo procedente de EEUU donde estuvo visitando a su hijo Nicolás en Miami y luego, por unos días, en New York. A pocos días de su retorno, mostró los primeros síntomas de malestar y se realizó la prueba de forma privada  ya que, según denuncian sus familiares, el SEDES nunca se apersonó para realizar la prueba. Al dar positivo y no presentar mayores complicaciones, permaneció aislado en su domicilio, hasta que se empezó a sentir mal y fue internado en la Clínica del Sur.

Su esposa sostiene que fue llevado a esta clínica con todas las medidas de bioseguridad, aunque un comunicado de ese centro médico sostiene que no fue así. Permaneció allí por unas horas, pero por decisión de las autoridades de salud fue trasladado al hospital de La Portada, uno de los nosocomios que están designados para atender a estos pacientes.

Allí, Richard se enfrentó a todo tipo de carencias, según reporta su esposa en un comunicado público:

 “Recurrimos a algunas amistades para solicitarles puedan brindarle la mejor atención posible en el Hospital Municipal de La Portada, hablamos con la Directora del Hospital e incluso con el Alcalde Luis Revilla. Los familiares nos limitábamos a llevarle algunas medicinas que nos solicitaban, antibióticos, hidroxicloroquina, jarabes para la tos e incluso bigoteras para la administración de oxígeno. Lo que no nos habían dicho, es que ese hospital no contaba con tomógrafo ni con un intensivista permanente quien pueda colocar el respirador a los pacientes, elementos básicos para tratar la enfermedad”.

En dicho hospital, el paciente empeoró. La familia lo atribuye a que no pudo contar con la asistencia de un médico intensivista, pese a los esfuerzos por contratar a un especialista incluso de forma privada.

El domingo por la noche, con un estado aún más crítico, el paciente debía ingresar a terapia intensiva, de modo que se sugirió su traslado a El Alto, al Hospital del Norte que era el único que contaba con un especialista en terapia intensiva para tratar el Covid 19. Sin embargo,  llegó sin signos vitales.

Escuche a la hermana Vianka Sandóval

Una familia consternada

Dos hijos, una esposa, hermanos, parientes y muchos amigos… Richard deja muchos afectos y sobre todo muchas preguntas: ¿Por qué el Sedes no atendió con celeridad el pedido de prueba de Covid19 ni dio atención a un paciente con el virus? ¿Por qué lo sacaron de una clínica privada que tenía terapia intensiva para llevarlo a un hospital de segundo nivel, sin personal especializado ni equipos?  

La Alcaldía de La Paz y la Clínica del Sur, actores involucrados en las decisiones que condujeron al fatal desenlace, a través de sendos comunicados, deslindan responsabilidades. Nadie explica, sin embargo, qué errores concretos derivaron en la muerte de una persona que tenía todas las condiciones para sobrevivir.

La Alcaldía dice que varias clínicas privadas le negaron atención y la esposa de Sandoval confirma que así es, que incluso les mintieron al decir que las unidades de terapia intensiva estaban ocupadas.

La Clínica del Sur niega haber rechazado darle atención, pero la Presidenta del Comité Mixto de Higiene y Seguridad Ocupacional de la misma clínica se queja porque hayan traído a un paciente de Covid sin haberlos prevenido y amenaza con procesar a la médica que envió a Sandoval a ese centro de salud.

Otra vez las preguntas: ¿cuáles son los hospitales preparados, realmente, para tratar esta enfermedad?, ¿cuáles tienen terapia intensiva?, ¿cuántos terapistas hay en el país?, ¿cuántas camas de terapia intensiva tenemos?, ¿cuáles son las clínicas privadas que se negaron a recibir o ayudar a Richard?

Si las autoridades no tienen respuestas, la familia tampoco. Las autoridades ensayan explicaciones; la familia busca razones para entender la tragedia.

Escuche lo que dice Nicolás Sandoval

Richard en el prematuro recuerdo

Richard  acababa de cumplir 50 años. Era ingeniero y se dedicó al mundo de las telecomunicaciones. Fue gerente de Entel, de otras compañías y últimamente gerente general de AXS.

Era una persona “tranquila” y simpática, a quien sus amigos definen como risueño, bondadoso, generoso y “lleno de amor”.

Escuche a Jorge Romecín

Era además amante del golf y un excelente padre de sus dos hijos, un hombre y una mujer, quienes lo describen como un hombre positivo, lleno de energía y un ejemplo a seguir.

Pero también fue un gran compañero, que junto a su esposa, Claudia Gonzales, privilegiaba ayudar a los más necesitados. La Fundación Alalay, que trabaja hace décadas acogiendo a niños y jóvenes en situación de calle, es la razón de vida de su esposa y fue de alguna manera la suya.

Escuche a Cecilia Lanza

La de Richard Sandoval es una historia que impacta

Si una persona con recursos económicos, apoyo familiar e información no pudo contar con la atención adecuada para pelear contra el coronavirus, ¿qué pueden esperar los menos favorecidos?

Hay preocupación por esta muerte, y desolación en una familia que no quiere que el ser que tanto amaron sea solamente un número más en una lista que apenas empieza.

“Me niego a que sea un número anónimo más. Él era el hombre más espectacular que ha existido. Su nombre es Alcides Richard Sandóval Krust, fue amado y admirado por todos los que lo conocían”, dice Vianka, su hermana.


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