Coronavirus, tráfico de especies y el riesgo de más plagas.

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El coronavirus ha paralizado China y amenaza con paralizar el mundo. Aunque mata relativamente poco, es tan fácil contraer la enfermedad que por pura magnitud podría matar a decenas de miles de personas, de forma que ha puesto a casi toda la humanidad bajo alerta.

Parecería una plaga excepcional, pero ésta es apenas una de las muchas que nos esperan, que saltarán al ser humano desde otras especies animales, principalmente especies silvestres.

La crisis económica que traerá la posible pandemia, el miedo que generará y, sobre todo, las miles de muertes que provocará deberían servir como una advertencia más -quizá la más estruendosa de todas- de que la vida silvestre debe ser conservada en su hábitat y de que el tráfico de especies debería ser combatido con toda la fuerza del Estado y de la sociedad.

Según lo que se sabe hasta ahora, el coronavirus se alberga en ciertas especies de murciélago y lo transportan a los seres humanos los pangolines, la especie animal más traficada del mundo, que está en peligro crítico de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, y que en ciertas partes de China se considera un platillo de alta cocina.

Los primeros casos parecen haber estado casi todos vinculados a un mercado en el que se comerciaba con ambas especies, no siempre legalmente, pero casi siempre en forma muy lucrativa.

El tráfico ilegal de especies o de sus partes -y su comercio excesivo, aunque sea legal, en el caso de algunas otras- tiene el impacto obvio de poner en riesgo la supervivencia de muchas de ellas.

El ejemplo que más ha resonado es el de los grandes mamíferos de las sabanas africanas, los rinocerontes, los elefantes o los leones, entre otros.

Sin embargo, una porción enorme del tráfico de fauna por el mundo lo componen las aves, principalmente las tropicales y, en México en particular, las aves cantoras. Las guacamayas, los loros, las calandrias y otros pájaros mexicanos están gravemente amenazados porque hay muchos que prefieren escucharlos cantar desde una jaula que saberlos llenando el mundo de colores y belleza.

Las cifras hablan por sí solas de la magnitud de estos crímenes. Según el internacional Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés), cada año se venden ilegalmente en el planeta alrededor de cinco millones de aves vivas, 10 millones de unidades de piel de reptil, 15 millones de mamíferos y 350 millones de peces tropicales, en un negocio que vale 23 mil millones de dólares.

Otro problema mucho más directamente amenazante es que estas criaturas cargan enfermedades que no conocemos, y que llegan hasta nosotros porque, para buscarlas, entramos cada vez más a tierras -selvas, bosques, aguas- que nos estaban vedados hasta hace muy poco o que nos eran muy remotos. Se trata de enfermedades ante las que no se ha adaptado nuestro sistema inmune y para las que no hemos desarrollado tratamientos artificiales, justamente como el coronavirus.

Gran parte de las nuevas enfermedades han llegado a nosotros a través de los murciélagos, porque son animales que han desarrollado un sistema inmune muy robusto, que les permite estar en contacto constante con patógenos, pero sin enfermar nunca.

Su comercialización como alimento –ése parece ser el caso de los murciélagos que nos trajeron el coronavirus- implica que miles de personas se exponen a esos organismos dañinos.

En todas las sociedades, en todos los tiempos, se ha detectado esta asociación de los murciélagos con las enfermedades, y en todas se ha intentado la misma solución -acabar con ellos- sin ningún éxito y con consecuencias terribles.

Los murciélagos no solo propagan enfermedades: son también polinizadores sin los cuáles los seres humanos nos quedamos sin alimento. La solución, por eso, no está en atacar a la vida silvestre, sino en protegerla y en dejarla en paz.

La humanidad no necesita más espacio, ni extraer más recursos naturales, ni comer carne de murciélago o enjaular pericos.

Lo que necesita es conservar y defender los servicios ambientales que nos prestan esas especies, racionalizar nuestro uso de los recursos que ya extrajimos y construir una nueva relación -más sustentable y más justa- con el planeta y con nosotros mismos.

China ha tenido tradicionalmente un gran apetito por los productos de animales salvajes. Algunos se comen por su sabor como manjar, mientras que otros se consumen como medicina tradicional.

Se sabe que restaurantes en varias regiones de China sirven platos como sopa de murciélago (con todo el murciélago), sopa hecha con testículos de tigre o partes del cuerpo de la civeta de palma.

«La noción de ‘yewei’ (traducido literalmente como ‘gustos salvajes’ en chino) es una terminología familiar en toda China que transmite culturalmente una mezcla de aventura, audacia, curiosidad y privilegio», afirma un investigador de una agencia internacional que ha llevado a cabo varios estudios de comercio de animales salvajes en China.

Los productos de animales salvajes también se usan en muchas medicinas tradicionales chinas, principalmente porque creen que tienen poderes curativos para sanar una variedad de dolencias, como la impotencia masculina, la artritis y la gota.

Peligro de extinción

La demanda de escamas de los conocidos pangolines (o folidotos) para medicamentos casi ha eliminado al animal de China y ahora se ha convertido en el más cazado en otras partes del mundo.

El uso insostenible del cuerno de rinoceronte para la medicina tradicional china es otro ejemplo de cómo la práctica ha convertido al animal en una especie en peligro de extinción.

Todo esto sucede mientras se estima que más del 70% de las infecciones emergentes en humanos provienen de animales, particularmente de animales salvajes.

El brote de coronavirus ha puesto de nuevo el foco en el comercio de animales salvajes de China, que ya ha sido criticado por grupos conservacionistas por llevar a varias especies al borde de la extinción.

Pero los conservacionistas están aprovechando la oportunidad para exigir una prohibición permanente.

¿China escuchará?

¿Podría este brote de coronavirus ser un hito en el esfuerzo global para terminar con el comercio ilegal de animales salvajes y, posteriormente, proteger la salud pública?

Los expertos dicen que es un desafío enorme, pero puede que no sea una misión imposible.

Se cree también que los virus que causaron el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) y el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS) se originaron en los murciélagos, pero saltaron a los humanos a través de gatos de civeta y camellos, según funcionarios de la OMS.

«Estamos entrando en contacto con especies de vida silvestre y sus hábitats con los que no estábamos antes», dijo a la BBC Ben Embarek, del Departamento de Nutrición y Seguridad Alimentaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

«Por lo tanto, tenemos una serie de nuevas enfermedades vinculadas a nuevos contactos entre virus, bacterias y parásitos humanos y previamente desconocidos».

Según un análisis reciente de las casi 32.000 especies de vertebrados terrestres, alrededor del 20% de ellas se compran y venden en el mercado mundial, legal o ilegalmente. Eso es más de 5.500 especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios.

Se estima que el comercio ilegal de vida silvestre vale alrededor de US$20.000 millones y es el cuarto comercio ilegal más grande después de las drogas, el contrabando de personas y la falsificación.

Llamada de atención

«Esta crisis de salud debe servir como una llamada de atención», dijo el World Wide Fund for Nature (WWF) en un comunicado. La organización agregó que hoy existe la necesidad de «poner fin al uso no sostenible de animales en peligro de extinción, como mascotas exóticas, para el consumo de alimentos y por su valor medicinal».

«Está prohibido criar, transportar o vender todas las especies de animales salvajes desde la fecha del anuncio hasta que termine la situación de epidemia nacional», dijo una directiva emitida conjuntamente por tres agencias gubernamentales.

Pero los conservacionistas dicen que pocos meses después de los anuncios, las autoridades se volvieron indulgentes y el mercado de animales salvajes se recuperó en China.

Mayor escrutinio

En septiembre de este año, Pekín organizará una importante reunión mundial sobre recursos naturales y biológicos, conocida como el Convenio sobre la Diversidad Biológica.

Según un informe intergubernamental publicado el año pasado, un millón de especies están en riesgo de extinción, más que nunca antes en la historia de la humanidad.

A raíz del brote del coronavirus, editoriales de los medios controlados por el estado de China han denunciado el mercado descontrolado de animales salvajes en el país. Se dice que las demandas chinas también están alimentando los mercados de animales salvajes en los países asiáticos vecinos.

«Vemos esto como una oportunidad para terminar de forma permanente con el mantenimiento, la cría, la domesticación y la utilización de los animales salvajes, no solo con fines de alimentación sino también para la medicina tradicional», dijo Debbie Banks, de la Agencia de Investigación Ambiental con sede en Londres, quien ha realizado importantes investigaciones de vida silvestre en China.

Los expertos dicen que el brote de gripe aviar ayudó a la conservación de muchas especies de aves en la naturaleza. También señalan el éxito de la prohibición que China impuso a la importación de marfil, después de años de presión internacional para salvar a los elefantes de la extinción.

Sin embargo, enfatizan que la prohibición y la regulación de los productos de animales salvajes deberán ser globales, y no solo en China. «Pero, siendo el mayor mercado de productos de vida silvestre en el mundo, China ciertamente puede liderar el camino», aseguran.


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