El IV Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos se realizará en Tarija del 21 al 31 de marzo en las entidades Otro Nivel, el Parque Temático, Centro Cultural Salamanca y en el Patio del Cabildo, el ingreso es libre a todos los filmes y en esos días se brindarán talleres y cursos magistrales sobre esta temática.
Programa
El programa para los dos primeros días contempla: El 21 de marzo, a las 20.00 se prevé la inauguración en Otro Nivel con el filme “Amor, nuestra prisión” de Carolina Corral Paredes de México, y trata sobre una prisión en Atlacholoaya donde hombres y mujeres establecen relacione sentimentales y la cinta cuestiona: ¿Cuáles son las implicaciones del amor romántico en la cárcel?
Posteriormente se exhibirá “Cocaine Prision, los burritos” de Violeta Ayala. La cinta documental, en quechua y español, empieza en la cárcel de San Sebastián que es una ciudadela dentro de una vieja casona colonial que se desmorona. La historia continua con la vida de Hernán, una mula de drogas que sueña con ser jefe de un cartel.
El viernes 22 se prevé la presentación de “Mar Negro” de Omar Alarcón, Bolivia. Será a las 15.00 en el Centro Cultural Salamanca. El documental inicia con la primera vez que Hugo Montero entró al Hospital Psiquiátrico cuando tenía 20 años. Murió allí mismo, a los 85.
Posteriormente se presentará “Septiembre” de Christian Moscoso Silva de Perú. Es una ficción que cuenta la historia de Erika, una joven estudiante y trabajadora que debe enfrentar su inesperado embarazo y al mismo tiempo cuidar a su padre, un mecánico postrado en una silla de ruedas.
El mismo día a las 20.00 en el Patio del Cabildo está programada la presentación del cortometraje y documental “Raquel” de Tania Cattebeke de Paraguay, el filme trata de una mujer de 54 años que tiene esquizofrenia y vive en las calles de dos barrios de ese país hace más de dos décadas.
Luego será el turno del filme “Wiñaypacha”, del peruano Oscar Catacora. La cinta cuenta la historia de Willka y Phaxsi, una pareja de ancianos de más de 80 años que viven abandonados en un lugar remoto de los Andes del Perú, a más de cinco mil metros de altura. Enfrentan la miseria y el inclemente paso del tiempo, rogando a sus dioses para que por fin llegue su único hijo a rescatarlos.
ElPaís
Comentarios