Así afecta ver porno en la adolescencia.

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La exposición temprana a la pornografía y su efectos en las relaciones afectivas y sexuales en la adolescencia es una de las mayores preocupaciones de los padres, madres y de la sociedad general. Sin embargo, ¿tomamos las suficientes medidas para que esto no suceda? ¿Conocemos cómo configurar los dispositivos con acceso a internet como el control parental o el ‘rating’ de edad?

Y, ¿realmente tanto control es necesario? ¿Quizá sería suficiente con una adecuada educación sexual a tiempo, dentro y fuera de la familia? Si te has preguntado esto alguna vez, no pierdas detalle.

LOS DATOS MÁS RELEVANTES

En una encuesta realizada en 2010 a estudiantes de entre 14 y 16 años de edad, casi un tercio afirmó que su primera exposición a la pornografía en Internet fue con 10 años o menos y en 2011, el 31% de los adolescentes varones admitieron visitar sitios web que estaban destinados solo para adultos, según publicó en 2016 el Colegio Americano de Pediatras.

Este dato parece compartirse desde el proveedor de ciberseguridad Bitdefender, que estima que el 10% de accesos al porno en internet son realizados por menores de 10 años, pese a solicitarse la mayoría de edad. En cuanto a la pubertad y adolescencia, el 53,5% de españoles de entre 14 y 17 años suele ver porno en internet, según la Asociación Protégeles, mientras que los menores de 11 y 12 años, reciben contenidos sexuales en el móvil en un 4,1%.

En relación al género, un 85% de varones y un 50% de mujeres adolescentes habrían estado expuestos a material pornográfico, según determinaron los investigadores Braun-Courville, D. y Rojas, M., en su estudio “Exposición a sitios web sexualmente explícitos y actitudes y conductas sexuales de adolescentes”, publicado en el Journal of Adolescent Health en 2009.

En cuanto al consumo adulto, en 2016 España consiguió la decimotercera posición en el ranking de países que más porno veían, según datos de Pornhub. Siendo realmente alarmante, que la tercera categoría más buscada fue Teen o adolescentes, aunque la actuación correspondiera a actores mayores de 18 años, representando personajes con características adolescentes.

EXPOSICIÓN TEMPRANA

Ya en 2009, el doctor Michael Flood , afirmó que “los niños de la escuela primaria a veces están expuestos a la pornografía accidentalmente cuando ven material en Internet”, en su estudio ‘Los daños de la exposición a la pornografía entre niños y jóvenes’. Y de esto han pasado 10 años. Una década donde cada vez los menores manejan mejor internet, la ‘tablet’ y los ‘smartphones’. En muchos casos mejor que su entorno adulto, el cual desconoce lo que ha de hacer para evitar que sus hijos e hijas se expongan a contenidos no aptos para su edad y madurez mental y emocional.

Si bien la pornografía en la red es de fácil acceso, incluso aunque no la vayamos buscando, también es cierto que los adultos, generalmente, carecemos de una cultura de protección ante amenazas cibernéticas.

La mayoría de progenitores se preocupan únicamente de instalar un antivirus y comprobar el historial de navegación del ordenador doméstico, denotando una gran desinformación y quizá, falta de interés, en relación a las configuraciones avanzadas de los dispositivos (ordenadores, tablets y móviles), por considerarlos inocuos. Esto conlleva dejar el uso completamente abierto de estos equipos en manos de los menores.

Conocer que se pueden limitar las funciones de los móviles asignados a menores, el contenido de los sitios que visitan, el rating de los formatos media que consumen, que las smartTV tienen PIN o que los router se pueden configurar para que a determinadas horas no haya internet, sería interesante.

Tengamos en cuenta que la exposición a la pornografía en estas edades tempranas a menudo genera ansiedad para el niño, como afirmó el doctor Flood. Pudiendo expresar disgusto, conmoción, enojo, vergüenza, miedo o tristeza después de ver pornografía. E incluso sufrir todos los síntomas asociados a la ansiedad y depresión. Incluso obsesionarse con la realización de los actos sexuales adultos que hayan visto.

Además, los niños menores de doce años que han visto pornografía son, estadísticamente, más propensos a agredir sexualmente a sus compañeros, según los estudios de Jill Manning, publicados en su investigación ‘El impacto de la pornografía en Internet sobre el matrimonio y la familia: una revisión de la investigación’.

¿DISTORSIONA LA VISIÓN DEL SEXO EN LOS ADOLESCENTES?

“La pornografía y contenidos sexuales cargados de violencia, en los que los roles de género suelen estar determinados por la desigualdad de poder, pueden afectar a su comprensión de las relaciones personales”, afirma Cristina Sanjuán Vázquez, Técnico de Políticas de Infancia en Save the Children España.

Por lo tanto, en mentes aún no formadas sobre sexualidad y relaciones afectivas, podría generar confusión sobre cómo ha de tratarse una mujer al practicar sexo y cómo han de tratarnos los hombres. La aceptación de estos roles, basados en películas de ficción, no en relaciones sexuales reales es preocupante. Aunque existan diversos tipos de pornografía, en el convencional y más extendido, se distorsionan tamaños, el funcionamiento sexual natural de nuestro organismo e incluso se fomentan prácticas de riesgo, al no mostrarse el usos del preservativo. Mostrando modelos nada representativos de los cuerpos diversos y sus formas de relación.

Sin embargo, existirían factores de riesgo previos para que esta exposición generase conductas agresivas en sus relaciones con otras personas y de género. Neil Malamuth, de la Universidad de California, asemejó el uso de la pornografía al del consumo del alcohol, alegando que, si una persona sexualmente agresiva de base, consumía una gran cantidad de porno convencional, era más propensa a cometer actos sexualmente agresivos. Este mismo hecho sucedería, por tanto, de manera muy similar cuando esa persona visionase películas de acción comercial, donde se muestran conductas agresivas e imágenes violentas.

Sin embargo, los micromachismos, las relaciones de desigualdad entre géneros y la educación emocional diferenciada entre hombres y mujeres, son factores de riesgo socialmente aceptados actualmente en diversas áreas, y suficientes para generar comportamientos agresivos hacia las mujeres. Si a esto le sumamos un tipo de pornografía que muestra modelos que perpetúan todo esto y a la inmadurez de la mente adolescente, el daño podría ser aún mayor.

CÓMO ABORDARLO EN LA FAMILIA

Aunque, tras conocer todos estos datos, la solución más acertada pareciera ser la prohibición, no lo es. Habría que gestionar y adecuar la información que le llega a la infancia y adolescencia, por supuesto. Sin embargo, la curiosidad aumenta cuanto más se aproxima la adolescencia y se desea conocer lo que se ha prohibido. Por tanto, prohibiendo, sin más, no les estamos ayudando.

La educación afectivo-sexual sería clave para que, con nuestra ayuda, sepan qué aceptar y qué rechazar, apunta Sanjuán. La temida conversación con los hijos e hijas sobre pornografía, no resultará tan compleja si se ha iniciado la educación sexual en familia desde la infancia.

Informarnos y ofrecerles confianza para que puedan consultarnos cualquier cosa y responder con naturalidad, tanto en familia como a nivel académico, es fundamental para desmitificar y prevenir malos entendidos al presenciar pornografía.

—–Ana Sierra es sexóloga

El Mundo


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