Las aguas bajan en Beni pero a su paso dejan dramas humanos.

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Damaseno Nate es un agricultor que vivía con sus diez hijos y su esposa en la comunidad Villa Palma Real (ex Charque) de Rurrenabaque. El último sábado, sabedor de que en el municipio se celebraba la fiesta patronal en homenaje a la Virgen de la Candelaria, “bajó” en su lancha trayendo plátanos para vender. Desde entonces ni él ni su familia han podido volver a su casa, porque el río Beni creció a tal punto, que era imposible que una lancha con motor pudiera subir.

Ahora está en la unidad educativa Gualberto Villarroel, uno de los cinco albergues que se habilitó para acoger a las –hasta ahora- 142 familias afectadas en Rurrenabaque, que se vieron afectadas por el ingreso del agua. “Fue lento, no entró de golpe, primero llovió cuatro días, pero después llegó el agua de La Paz y Cochabamba”, asegura otra vecina.

Las familias damnificadas aún están en albergues

La mayoría de las calles de este municipio de la provincia Ballivián de Beni, declarada en emergencia por las riadas, ahora lucen limpias, aunque hay avenidas cerradas, porque el lodo hace peligroso desplazarse en motos o automóviles.

Estos días en que el sol abrasador golpea fuerte, la gente que se quedó en su casa ha empezado a limpiar, pero persiste el temor de que el agua vuelva a ingresar a los hogares porque continúa lloviendo en la región occidental del país.

La limpieza de las calles. Foto: Rocío Lloret

Mientras, el alcalde Anacleto Dávalos, en entrevista con El Deber asegura que se reaccionó de inmediato ante la emergencia. En los albergues, las familias –conformadas por varios niños en su mayoría- reciben latas de sardinas, arroz, fideos y otros para preparar su comida en ollas comunes. No saben cuándo podrán volver a sus casas, pero sí saben que se vienen más lluvias.


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