La historia de las latinoamericanas que fueron esclavizadas sexualmente en Japón

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Japón es conocido por su gran cultura y generosidad, pero también por poseer una de las redes de trata sexual más amplias en el mundo, promovida por la mafia conocida como Yakuza y que entre la década de los 90 y principios de los 2000 se encargaba de comercializar a mujeres latinas que fueron engañadas por los padrotes desde México hasta Brasil.

Fue en 1996 cuando autoridades mexicanas lograron desmantelar una red de trata de personas con fines de explotación sexual; tan sólo uno de los reclutadores poseía una lista con más de mil 200 nombres de mujeres involucradas.

«Agentes japoneses establecieron oficinas para reclutar ‘artistas’ y enviaron a Japón unas 3 mil mujeres engañadas para trabajar como ‘anfitrionas’ en clubs nocturnos«, se lee en el libro del 2012, «Yakuza: Japan’s Criminal Underworld» («Yakuza: El submundo criminal de Japón»), hecho por los periodistas David E. Kaplan y Alec Dubro.

Los autores agregaron que «la Yakuza ha causado problemas en otras partes de América Latina, particularmente en el comercio del sexo (…) Reclutadores de prostitutas y anfitrionas han engañado mujeres desde México hasta Brasil para viajar a Japón».

Marcela Loaiza, sobreviviente del tráfico sexual en Japón y ahora activista, relató a BBC parte del infierno que vivió después de que un hombre le ofreciera trabajo, éxito y fama lejos de su natal Colombia.

La mujer, de entonces 21 años, recurrió al hombre después de que su hija de cuatro años enfermó y no tuvo cómo pagar las cuentas médicas. Este sujeto, al que identificó como «Pipo» le dio el dinero para cubrir los gastos por la enfermedad y le dijo que le pagaría con «el dineral» que ganaría como bailarina.

Aceptó y siguió al hombre que le pidió no informar a su familia sobre su paradero para no causar penas y tristezas.

«Me sentía la diva de Hollywood que iba a cambiar su vida«, relató al medio.

Marcela Loaiza supo que iría a trabajar a Japón hasta que estuvo en el aeropuerto, donde el padrote le entregó un pasaporte con una identidad falsa y las tarjetas de embarque.

«Me dijo que en la entrada a Japón de pronto me podían poner problema (si viajaba como colombiana) y que con ese pasaporte iba a ser más fácil», agregó.

En el país asiático supo que se dedicaría a «putear», con lo que pagaría la deuda que ya había adquirido con los traficantes por los costos del pasaporte, boletos de avión, vivienda, alimentación, transporte y el dinero con el que pagó el tratamiento médico para su hija.

Fue así como la joven bailarina se convirtió en una de las mujeres que la mafia Yakuza vendería todas los días y noches al mejor postor.

La activista que ahora busca ayudar a otras víctimas dijo que era sometida a revisiones denigrantes y torturas periódicamente.

Las mujeres eran colocadas desnudas con los brazos y piernas estiradas para corroborar que no escondieran dinero u otros objetos. En una ocasión a una de las víctimas se le cayó un condón con dinero de la vagina.

«Al ver qué era, a mi compañera le quemaron sus genitales con un cigarrillo«, indicó Marcela, a lo que agregó «al día siguiente, como si no hubiese pasado nada, la forzaron a seguir trabajando. Tenía que pagar su cuota».

Marcela Loaiza fue explotada sexualmente 18 meses hasta que un hombre se enamoró de ella y la ayudó a escapar.

Con este salvador se comunicó por casi ocho meses a través de dibujos y señas.

Un día este hombre le dejó en un McDonald’s una bolsa con ropa y una peluca, objetos que pudo tomar y huir después de un descuido del sujeto que la cuidaba.

«Él me ayudó, me dejó dinero, me dibujó el mapa para llegar al consulado de Colombia, me explicó qué autobús y qué tren tomar«, señaló.

Marcela siguió las instrucciones y logró llegar al consulado colombiano, donde la resguardaron y ayudaron a regresar a su país.

El rescate de las latinas

Shihoko Fujiwara, activista japonesa por los derechos humanos, explicó que la explotación sexual de latinas se incrementó cuando las actividades criminales de la mafia Yakuza se internacionalizaron.

Explicó que el comercio de mujeres latinoamericanas comenzó a finales de los años 90 y en la década del 2000 cuando «vimos muchas mujeres traficadas desde Colombia y otras partes de América Latina«, relató Fujiwara quien también aseguró que la explotación a latinas ya no se ve en Japón, por lo menos no a gran escala.

La activista señaló que emprendió una lucha para rescatar a varias de estas víctimas, pero al hacer las denuncias de los lugares donde se encontraban, las autoridades sólo las arrestaban, acusaban de prostitución y de permanecer de manera ilegal en el país.

«Por mi experiencia, las latinas en Japón experimentaron más violenciamás explotación y por más tiempo que mujeres de otras nacionalidades. No sé por qué, no sé si tenían que pagar deudas más altas (por venir de más lejos). Las trataban muy mal y no soy la única que pensaba así», declaró a BBC.

«Ahora vas a Tokio o Yokohama y no ves latinoamericanas en las calles, pero en 2000, recuerdo haber visto a muchas latinas con sus cabellos teñidos de rubio», agregó.
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